Finalmente aterrizó el vuelo de repatriación más largo que ha operado Qantas, marcando un récord histórico tras volar por 17 horas y recorrer una distancia de 15.020 kilómetros desde Buenos Aires hasta la ciudad australiana de Darwin.
Desde marzo de 2020, la aerolínea ha operado cientos de vuelos de repatriación y/o charters encomendados por el Gobierno australiano (incluyendo vuelos a 31 destinos internacionales, de los cuales 19 no forman parte de la red cotidiana de destinos internacionales de Qantas) con la finalidad de trasladar de vuelta a los ciudadanos y residentes del país que se encontraban en otros lugares debido a la pandemia.
El vuelo QF14 transportó a 107 pasajeros que volaron sin escalas desde Buenos Aires hasta el aeropuerto de Darwin. Para poner la distancia de este vuelo en su justo contexto, este vuelo recorrió 522 kilómetros más que los vuelos entre Perth y Londres, que era la ruta comercial más larga operada por Qantas, lanzada en marzo de 2018 e interrumpida por el cierre fronterizo en 2020.
Qantas tiene una larga trayectoria de romper récords en lo que respecta a vuelos de largo alcance. En 1989, un Boeing 747 fue entregado a la compañía en un vuelo sin escalas entre Londres y Sydney, que voló por 20 horas y nueve minutos.
Previo a la pandemia, la compañía alcanzó a operar dos vuelos directos de larguísimo alcance con capacidad reducida de pasajeros y utilizando su flota de Boeing 787-9. Ambos vuelos duraron más de 19 horas (entre Londres y Sydney; y entre Nueva York y Sydney) y fueron parte de la investigación de la aerolínea en el contexto de “Project Sunrise”, (más información en enlace).
El vuelo de repatriación despegó desde el aeropuerto de Ezeiza en Buenos Aires a las 12.44pm (hora local) hacia el sur de la Argentina, luego bordeando la antártica, y tras cruzar el océano Pacifico y llegar a costas australianas, aterrizó en el aeropuerto de Darwin a las 18.39 (hora local) del miércoles 6 de octubre.
Dada la diferencia en la zona horaria entre Argentina y Australia, el histórico vuelo -que unió estas dos ciudades por primera vez-, disfrutó de buenas condiciones, con luz de día constante durante las 17 horas de vuelo, vientos promedio de 35 kilómetros por hora y temperaturas de hasta -75°C (durante el paso sobre la Antártica).